El amor es un estupendo gimnasio cerebral
Más allá de las mariposas en el estómago, el amor nos permite conectar emocionalmente con los demás, nos ayuda a pensar más rápido e incluso ser más creativos.
Históricamente se ha pensado que el amor actúa como una especie de droga a nivel cerebral, que “atonta” profundamente a quienes tienen la suerte de sentirlo. Resulta fácil imaginar a ese amigo o amiga que ha conocido a alguien interesante y, si la pasión es mútua, se comporta de forma infantil desplegando un exceso de optimismo o incluso actuando de forma carente de sentido común. “Es que está enamorado/a”, repiten quienes están cerca, conscientes de que tal burbuja de felicidad solo puede tener un motivo.
Es importante aclarar que no es lo mismo el amor que el enamoramiento. El amor es la emoción primitiva, que necesita tiempo y una serie de elementos para consolidarse. El enamoramiento en cambio es un estado, un proceso de transición hacia al amor, durante esta etapa el cuerpo experimenta una revolución hormonal y la mente imagina sin parar las posibilidades de la nueva relación. En otras palabras… lo que “atonta” es el enamoramiento, aunque tiene carácter temporal.
Para responder a si el amor afecta o no a nuestra inteligencia hemos querido recurrir a la ciencia. Un estudio neurocientífico de la Universidad de Chicago ha establecido que el amor no sólo no “atonta” sino que incluso tiene la capacidad de hacernos más inteligentes. En uno de los experimentos mostraban a los participantes imágenes de personas desconocidas junto a las de amigos o su propia pareja, a través de electrodos descubrieron que la conocida como “red neuronal del amor” se activaba en menos de medio segundo cuando se trataba de la pareja, mucho más rápido y de forma inconsciente. La misma investigación encontró que
el amor romántico activa hasta 12 áreas cerebrales distintas entre las que se encuentra el Giro Angular, una zona importantísima porque se comunica con otras partes del cerebro, activandola se ponen en marcha millones de conexiones neuronales, podríamos decir sin temor a equivocarnos que el amor es un estupendo gimnasio cerebral.
Por si esto fuese poco, vivir enamorado influye en el sistema cognitivo (no solo el cerebral como se pensaba en el pasado) afectando también en nuestras decisiones. Es decir que el amor no solo nos hace más inteligentes, sino que puede llegar a convertirnos en mejores personas a través de nuestros actos.
Otro estudio realizado por la Universidad de Amsterdam llegó a la conclusión de que el amor provoca que las personas pensemos de forma más global y menos individual, algo que está en la base de los procesos creativos. Pidieron a distintas personas que imaginaran un paseo, algunos con su pareja y a otros en solitario, después tenían que resolver una serie de problemas. Al final del estudio las personas que habían imaginado un paseo con su pareja ofrecieron soluciones más creativas.
Tiene sentido, cuando se activa la idea del amor obtenemos una perspectiva a largo plazo, nos proyectamos hacia el futuro como parte de algo más grande, así que tomamos decisiones nuevas, remotas e inusuales. Después de leer estos estudios parece evidente pensar que iniciar una relación romántica es algo positivo, provoca cambios profundos a todos los niveles que nos convierten en personas más atentas, con mayor visión de futuro, más empáticas y razonables.